diumenge, 26 d’octubre del 2008

El primer amor

El primer amor meu va ser quan tenia uns disset anys, i tot va començar bé però un dia vem començar a discutí i això ens va fer anà malament en el sexe i tot això vem està un any i set mesos i això que va ser el primer amor. Desprès al cap d'un temps ens va agradar una altra persona però tot i així mentrestant ens feiem regals i quan els feiem ens donavem un petò dien les gràcies i amb tot i això que vull dir que trobeu una persona que us agradi moltissim no us la deixeu perdre.

4 comentaris:

Anònim ha dit...

prueba

Anònim ha dit...

toMarta, todos hemos tenido un primer
amor, a unos nos funciona y otros
hemos sufrido algún desengaño no
importa,lo importante es aprender
a conocer a una persona, y cuando nos quiere de verdad, y quienes son
merecedores de nuestro Amor, porque
si no son merecedores de nuestro
amor nos pueden dejar heridas en nuestro corazón que luego nos custa
borrar no hay que tener prisa y esperar otra oprtunidad. E. Martin

Juan Antonio ha dit...

Tenía 9 años, cuando tuve mi primer noviecito. Éramos vecinos y nos “enamoramos” . Ella tenía dos años más que yo, pero a mí me parecía toda un mujer adulta, sabedor ya de muchos secretos de la vida. Nos conocíamos desde bebés pero desde hacía un año nos sentíamos muy a gusto el uno con el otro. La revelación del “amor” llegó el día que me caí de un árbol y él me sostuvo cuidadosamente en sus brazos mientras otro amiguito corría a casa a llamar a mamá. Me susurraba palabras de aliento mirándome tiernamente a los ojos mientras yo me olvidaba completamente del dolor de mi pierna rota para absorber esa mirada. Atormentada por la inminente llegada de mamá que iba a romper aquel momento mágico, me lancé por el despeñadero de la impulsividad y le declaré mi amor, yendo contra todas las “reglas” que prohibían a los niños tomar la iniciativa en esos asuntos escabrosos. Ella me regaló una sonrisa manchada de helado de fresa y alcanzó a murmurarme cerquita del oído un “yo también te quiero” antes de salir huyendo de allí , asustado ante la visión de una madre angustiada que ya se aproximaba a nosotros y que hubiese podido leernos el pensamiento. Al día siguiente me esperó a la salida del colegio escondido tras un árbol y disimuladamente, en un descuido de mis hermanos, me confirmó que ya éramos novios.
A partir de allí mi vida se desarrolló entre nubes, maripositas en el estómago, canciones románticas de los Carpenters y Cat Stevens y helados compartidos gracias a los mediecitos ahorrados con mucho esfuerzo. Duramos dos años, entre encuentros furtivos , piquitos robados por él cuando jugábamos al escondite y uno que otro “rompimiento” para reconciliarnos en dos días. Nuestro empate terminó al ser separados por unos padres crueles que se mudaron a Valencia llevándose al “amor de mi vida” sin siquiera preguntarme mi parecer. El mundo se me vino encima: qué dolor tan grande! Lo extrañé el tiempo que me tomó “enamorarme” del próximo: tres años.
Diecisiete años después , me lo tropecé un día martes en una conocida tienda de Barcelona. Ella me reconoció y yo me quedé sorprendido de que aquella mujer tan bella fuera la misma. Después de compartir un café al salir de la tienda , quedamos de acuerdo en vernos el sábado siguiente: ambos estabámos solos y sin compromiso y obviamente había surgido una fuerte atracción después de hablar un rato largo. Podía ser posible que aquella primera ilusión se convirtiese luego de tantos años en algo sólido, un amor de verdad?
No lo llegué a saber. Un viernes antes del encuentro me dijeron que se hay ido otra vez a valencia por una urgencia familiar. El destino no nos permitió encontrarnos de nuevo. Lloré a aquel niño de once años como nunca antes lo había hecho por nadie; se había ido para siempre el niño de la sonrisa manchada de helado de fresa y yo me había quedado sin saber si hubiese sido posible compartir nuevamente canciones de Cat Stevens y experimentar el mismo temblor de tierra con sólo un beso en la mejilla...
Pero la vida que tantas vueltas que después de aquel amor que parecía que nunca olvidaría vinieron otros amores, pero eso te los contare otro día ….un beso

Juan Antonio ha dit...

Un Cuento de amor
Se trata de dos hermosos jóvenes que se pusieron de novios cuando ella tenía trece y él dieciocho. Vivían en
un pueblito de leñadores situado al lado de una montaña. Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había
aprendido a ser leñador desde la infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le llegaba hasta la
cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y maravillosos..
La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo el pueblo. Hasta que un día, cuando ella tuvo
dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero se puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran.
Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera trabajar como leñador. Después de
casarse se fueron a vivir allí para la alegría de todos, de ellos, de su familia y del pueblo, que tanto había
ayudado en esa relación.
Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un verano, una primavera y un otoño, disfrutando mucho
de estar juntos. Cuando el día del primer aniversario se acercaba, ella sintió que debía hacer algo para
demostrarle a él su profundo amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto. Un hacha nueva relacionaría
todo con el trabajo; un pulóver tejido tampoco la convencía, pues ya le había tejido pulóveres en otras
oportunidades; una comida no era suficiente agasajo...
Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y empezó a caminar por las calles. Sin embargo, por
mucho que caminara no encontraba nada que fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las
monedas que, semanas antes, había ido guardando de los vueltos de las compras pensando que se acercaba
la fecha del aniversario.
Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa cadena de oro expuesta en la vidriera. Entonces
recordó que había un solo objeto material que él adoraba verdaderamente, que él consideraba valioso. Se
trataba de un reloj de oro que su abuelo le había regalado antes de morir. Desde chico, él guardaba ese reloj
en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su cama. Todas las noches abría la mesita de luz,
sacaba del sobre de gamuza aquel reloj, lo lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba escuchándolo
hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el
estuche.
Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj." Entró a preguntar cuánto valía
y, ante la respuesta, una angustia la tomó por sorpresa. Era mucho más dinero del que ella había imaginado,
mucho más de lo que ella había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres aniversarios más para poder
comprárselo. Pero ella no podía esperar tanto.
Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero necesario para esto. Entonces
pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y pensó y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del
pueblo, se encontró con un cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella tenía ese pelo rubio, que no
se había cortado desde que tenía diez años, no tardó en entrar a preguntar.
El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía sobraba para una caja donde
guardar la cadena y el reloj. No dudó. Le dijo a la peluquera:
- Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted me lo compraría?
- Seguro - fue la respuesta.
- Entonces en tres días estaré aquí.
Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada.
El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más fuerte que de costumbre. Luego, él se fue a
trabajar y ella bajó al pueblo.
Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero, se dirigió a la joyería. Compró allí la cadena de oro
y la caja de madera. Cuando llegó a su
casa, cocinó y esperó que se hiciera la tarde, momento en que él solía regresar.
A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez ella bajó las luces, puso sólo dos
velas y se colocó un pañuelo en la cabeza. Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera
cuenta de que se lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo.
Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían. Entonces, ella sacó de debajo de la
mesa la caja de madera que contenía la cadena de oro para el reloj. Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí
una caja muy grande que le había traído mientras ella no estaba. La caja contenía dos enormes peinetones
que él había comprado... vendiendo el reloj de oro del abuelo.